martes, 26 de abril de 2011

Plata, plata.

Quisiera compartir con aquellos que estén leyendo algunas líneas sobre lo que es el dinero... parte de un artículo del diario La Nación, escrito por una periodista, Teresa Batallanez; y una definición muy interesante de Borges (que llegó a mí a través de mi abuelo, que lo leyó con mi abuela en un libro de derecho)...

El estigma sobre la plata es tan caro que ni toda ella lo ha podido pagar.
Contrariamente al prejuicio instalado, la plata es una herramienta que se ideó para la justicia, para hacer más ágil y preciso el intercambio comercial que se regía por el trueque.

Los que tienen plata son inmorales por no repartirla a los pobres, son fríos, calculadores y faltos de sensibilidad social.
No tener planta, en cambio, da derechos inagotables. A recibir compasión, dádivas y reconocimiento entre muchas otras cosas que "corresponden".
Y entonces no hay quien merezca mayor discriminación ni menor compasión que aquel que tiene mucha plata.


La plata no discrimina. Un billete de diez vale diez para un joven o un viejo, un nativo o un inmigrante, una persona de cuerpo atlético u otra que vive postrada.

Está ciertamente extendida la práctica de obtener dinero por vías corruptas, de utilizarlo con fines extorsivos, autoritarios, arbitrarios. También las prácticas lamentables de ostentar, de malgastar o de determinar precios al tun tun. Pero la villana no es la plata ni es deshonrosa la ambición económica.
Lo malo es cuando una ambición voraz lleva a conseguirla sin respetar las vías justas para obtenerlo y entonces aparecen el robo, la explotación, la denigración. Pero no es la pretensión de obtener dinero la culpable de esos males, sino los medios injustos que una moral degradada está dispuesta a utilizar con ese fin.

Existe un gran descrédito del dinero porque está regido por principios que proceden de la razón y no de los sentimientos, como si fuera cruel todo lo que no se afilia a la lógica de las emociones. Como si la justicia, la resolución de la pobreza o de cualquier problema pudieran conseguirse sólo con el corazón.
Por supuesto que no sólo con plata se salvan el hombre y el planeta entero. Pero su existencia no puede subestimarse: el desafío es la conquista legítima para ponerla al servicio de los fines más nobles que cada uno elige. Como toda herramienta, se puede utilizar para bien o para mal.

La plata es buena como medio, no como fin.
Lo físico y lo espiritual hacen la mejor dupla en la tierra.


Generar trabajo digno y pagar a cada uno lo que merece tiene consecuencias directas y beneficiosas en la vida de la gente. Los discursos conmovedores de ayuda gratuita no construyen el bien, lo regalan. Y los regalos son buenos en tanto son extraordinarios, en tanto no vulneran el valor de la conquista.
El bien común no se consigue con el regalo de alguien. Se construye con el trabajo de hombres que sepan cómo hacerlo, cómo ganarlo. Y requiere de un corazón tal vez menos estereotipado que el de telenovelas, pero que lata igual de fuerte.




El dinero, según su definición clásica me es indiferente. ¡Sólo es un medio de pago!

El dinero, cuando desata ambiciones y se usa para hacer maldades, me resulta vil y deleznable.

Pero hay un dinero que me agrada, porque me ubica en la tierra y a la vez despierta mis sueños:

"No hay nada menos material que el dinero, ya que cualquier moneda es, en rigor, un repertorio de futuros posibles. El dinero es abstracto, el dinero es tiempo futuro."