domingo, 2 de noviembre de 2014

Verano

No hay muchas cosas que me gusten del verano. La humedad que hunde, la cara roja, el hedor del colectivo lleno de gente transpirando. El exceso de aire acondicionado, los cortes de luz. Mucha, demasiada piel. El cansancio que genera el arrastrarse por las calles bajo el sol y los kilómetros de vapor de agua. La sensación de ahogo.

Del verano sí me gusta despertarme y salir de la cama estando todo a temeperatura cómoda. Caminar descalza sintiendo el frío agradable en los pies. En verano me olvido del frío horrible que gobierna mis tobillos, esa franja de piel que las pantuflas no reconocen y los pantalones pijama se niegan a aceptar. No extraño acostarme a la noche y no saber cuánto tardaré en dormirme del frío que siento en cada centímetro de piel. Sí extraño del frío las bufandas, los buzos, la pila de frazadas protectoras, pero en verano el calor me motiva a salir de la cama y empezar el día; cuando hace frío no hay buzo que reemplace el calor de la cueva de tela de la que venimos.

En días fríos insólitos como hoy, recuerdo las cosas que sí me gustan. Las cosas que se extrañan los primeros días del frío. Los días de frío insólitos, caprichosos, me ayudan a balancear los pro y contras de las estaciones. Es la historia de siempre, uno extraña las cosas cuando ya no están pero mientras las tenemos no les damos tanta importancia. Siempre se puede aprender, y al próximo rayo de sol, saludarlo devolviéndo calidez.