jueves, 17 de diciembre de 2015

Escuela, fútbol y feminismo.

Me ha tocado la suerte de poder convivir con seres de 12 y 13 años un semana en contexto de su viaje de egresados y observarlos de cerca y observarlos de lejos.

Voy a usar porcentajes estadísticos que son la más burda especulación y sólo ilustran mi percepción de lo que es la sociedad (que es valorable simplemente por el hecho de que soy parte de ella).

Varias escuelas juntas en un mismo hotel. El coordinador de coordinadores organiza un torneo interescolar de fútbol y escribe en un gran pizarrón las bases y condiciones y bla. Torneo de fútbol masculino. En la esquina inferior derecha del pizarrón se lee "PARA CHICAS: VOLEY, HANDBALL O QUEMADO". Y algo no estaba bien. Y sólo a dos personas nos llamó la atención y nos molestó. Y usualmente me quejaría puertas adentro y miraría mal al coordinador que escribía en el pizarrón y no mucho más. Porque ¿qué le vas a decir al tipo? ¿qué va a cambiar?. Pero nada va a cambiar nunca si seguimos sentaditos en nuestro lugar mirando con mala cara a la gente y mascullando entre dientes que el mundo fue y será una porquería ya lo sé. Se arma una revolución que empieza con alguien moviendo un granito de arena y al final se llega al cambio. Pero alguien tiene que empezar; el punto es: si no estás de acuerdo, decilo.
Me acerco al coordinador que estaba charlando con otros profesores (todos hombres, aunque no necesariamente es un factor relevante) y le pregunto si el torneo es sólo para los varones. Sí porque las chicas en general no quieren jugar y no quedan equipos parejos y los varones son más brutos y se lastiman y se quejan, pero para las chicas hay voley o handball si quieren, o pileta. Y me pregunto de nuevo cómo abordar mi queja/sugerencia, porque no me gusta la confrontación y el feminismo está tan mal visto por ser tan incomprendido y por desgracia hay que presentarlo con el mejor marketing posible, sonriendo y con palabras dulces (que ironía). Le digo que entiendo que los varones están acostumbrados a jugar entre ellos pero que si a las chicas les preguntan se re copan, y que la pileta es para todos los que no quieran jugar, y que, por lo menos las chicas de los que yo estaba a cargo, se copaban con los deportes. Me dice que las chicas en general no quieren jugar y por eso había escrito eso, bla bla bla. No tengo intención de hundir al pobre tipo, lo tomo de punto porque forma parte del 95% de los profesores que entienden que el deporte es para los varones y a las chicas les damos alguna cosita para que se entretengan mientras tanto, y sino siempre pueden venir a agitar pompones pero bien al costadito de la cancha. Le digo justamente esto, que entiendo que es un problema cuando a los chicos se les enseña esto desde la primaria y cuando llegan a esta edad están acostumbradas a que la actividad para ellas es tomar sol y la que pide la pelota para jugar es el 20% (y si hablamos de fútbol mucho menos). La conversación se estanca, y la termino diciendo que si les preguntan a las chicas quién se copa con un torneo de x deporte, van a ser varias (pero que hay que preguntarles en serio, y no asumiendo que van a decir que no, y no dando mil opciones de modo que nunca se pongan de acuerdo -de nuevo un ejemplo de lo que pasa cuando a los varones los hacen jugar 90% del tiempo al fútbol y a las chicas deportes varios-). Y los dejo no muy convencidos pero con la duda.
Y siento que esa duda, por más mínima y fugaz que sea, vale muchísimo. Ojalá pudiésemos sembrar la misma duda en los genios de la publicidad que siguen poniendo mujeres y sólo mujeres en el supermercado y en la cocina con el detergente (no nos olvidemos de Mr Músculo, que le lleva el producto para que la dama limpie y esté todo impecable para cuando lleguen las crías y el esposo).

Volví a plantear lo mismo unas horas después durante el almuerzo. Y después fui yo a hablar con las chicas para encontrarme con el obvio resultado de este mensaje milenario que se las da desde la cuna: es que preferimos hacer otra cosa, sólo tal tal y tal juegan. Bueno, pero valen: esas tres, cuatro, cinco chicas que juegan son las que les hacen ver a las otras que quizá sí les gusta jugar después de todo.

Esa tarde me sorprendieron con un partido mixto de varias chicas y chicos que habitualmente no juegan. Y desde la pileta los miraban los varones que habían participado del torneo diciendo que jugaban mejor que ellos (los primeros comentarios fueron negativos, pero al segundo se callaron y empezaron a halagarlos y se sentaron a verlos jugar). Y al día siguiente se armó un mixto más grande. Y ninguna chica se lastimó porque los varones son brutos. Y ningún varón se enojó porque las chicas juegan mal. Y ninguna chica se sintió fuera de lugar.

El punto es este: no todas las chicas quieren jugar deportes. Pero no todos los chicos quieren jugar deportes y no por eso se los deja de invitar a jugar. Está muy arraigado en la sociedad el concepto de que los varones fútbol y las chicas cualquier otra cosa para pasar el tiempo, pero eso no quiere decir que haya una base fisiológico-conductual detrás de ello, son costumbres y pueden cambiarse, puede evolucionar nuestra mirada y podemos seguir tirando barreras que nos limitan como sociedad, en lo general y lo individual. El feminismo tiene mala prensa. Y qué? Hablá. Evolucionemos.

martes, 8 de diciembre de 2015

Seguir remando.

Me estoy muriendo un poquito de ansiedad pero es distinto esta vez. Pase por todas las emociones posibles (como siempre) sin detenerme demasiado en ninguna, pagando peaje siempre a la negación, reina suprema. Pero no me paralicé. Esta vez me cargo el miedo al hombro y sigo caminando. Pasos pesados, cortitos, pero constantes, consciente de que si mantengo la vista al frente, a algún lado voy a llegar. Vengo remando en estas aguas parecería desde hace siglos, just trying to find a way to the shore. Tengo miedo. Pero yo sigo remando. Con la vista en el horizonte, esperando que la arena me sorprenda. Mis ojos adelante, un paso atrás de otro.