miércoles, 9 de julio de 2014

Fear, old friend.

Maduramos con el tiempo, crecemos, aprendemos a controlar lo controlable cada vez mejor y a no desesperar por lo que está fuera de nuestro control. 
Enfrentamos nuestros miedos y eso nos hace cada vez más fuertes, tras cada victoria restamos una rayita de LED al asiedómetro. 

Genero un ritual, pasos simples que me otorgan calma. Después de tal hora dejo todo como está y me despido hasta mañana. Me levanto a tal hora y hago las cosas en tal orden. Esto sí. Esto no. Procuro calmarme. Pongo un punto final y cuido ese área con todas mis fuerzas defendiéndola de ansiedades exógenas y endógenas que quieran conquistarla. 
Pero no siempre sale bien. Y cada vez que algo se corre un poco del plan me asusto y empiezo a otorgarle a esos pasos valor de cábala y todo se vuelve una nube borrosa de angustia. Calma. Ordenate. Lo que tiene solución no es un problema, y lo que no la tiene, tampoco. 

Qué fácil decirlo y qué difícil aceptarlo.
Calma ven a mí.

No puedo evitar las fluctuaciones de mi confianza en mí misma, en mi memoria. Cuando no es mi memoria es mi capacidad de estudio. Mi suerte. De qué lado estará el karma esta vez? Imposible decir. Creo en eso realmente? Imposible decir. 

Las cábalas nos dan seguridad. Traen aparejada una gran desventaja y es que cuando no logramos cumplirlas todas, el miedo a las consecuencias es terrible. Perdemos la confianza, invade el miedo. Se abren las puertas al infierno más profundo y de pronto somos total y completamente vulnerables a lo que viene, que quiere hacernos daño. (Antes eramos igual de vulnerables pero nos ocultábamos tras la muralla de la fe que nos permitía enfrentarnos a las cosas sin entrar en negación).
Estoy divagando. Me expreso mal. No tengo ganas de editar. No tengo ganas de pensar. Quiero tocR un botón y que hayan pasado los desafíos.

Me gustan los desafíos. Creo. Me gustan los autodesafíos. Me gusta llegar más lejos de lo que pensaba que era capaz. Pero me da miedo. Y el desafío es interesante y motivador mientras uno se prepara, mientras uno trabaja. Pero los últimos momentos no, momentos donde sobrevienen los reproches y la adrenalina se apaga dando paso a niveles exagerados de cortisol. Miedo. Interesante.

Qué simple y predecible. Qué difícil es salir del plan relajado y ponerse en acción previendo el momento de ataque posterior. No me explico bien. No importa. No tengo ganas. De. Nada. 
Quiero que pase. 
Pero quiero ser capaz de poner el pecho y bancar lo que venga.
Tengo ganas de ganar.

Supongo que nunca es tarde. No te des por vencido ni aún vencido. 
Un nuevo plan? Un nuevo plan. Calma. Procurar mantener la calma. Hay tiempo. Usarlo. Porque después no va a haber más. Calma. Plan. Ok. ... Ok. 
No puede ser tan difícil. No existen imposibles en esto. Y no hicimos las cosas tan mal. No castigarse antes de tiempo. 
Es la incógnita lo que destruye. Pero incógnita será hasta mañana, no importa cuánto nos preparemos, no importa a qué nivel llegue el estrés. La incógnita sigue. No se termina hasta que se termina. 
Calma. Irdenar las prioridades. Trazar un plan. Respirar. Poner la otra mejilla. Y adelante.

domingo, 6 de julio de 2014

Injusticias modernas.



-¿Qué hiciste para merecerlo?
-Existo. Y por ello, el mundo me lo debe.

Los pueblos más primitivos no creían que la naturaleza existía para abastecer al hombre. No nacían esperando la lluvia. Eran uno más con el resto de las almas del bosque, unos cuantos pasos más abajo que la fuerza cósmica. Existir sólo significaba estar presente y no garantizaba nada más que el privilegio de formar parte de algo más poderoso y misterioso. Pero las sociedades civilizadas modernas distan mucho de tener esta concepción del mundo. Desarrollamos el concepto de lo "justo". Existo, y por ende, sería injusto que el mundo no me asegure aquello que necesito para ser feliz.