sábado, 14 de mayo de 2016

“You know that thing? That terrible thing that you thought you had laid to rest? What if you didn’t? You know that thing you think you finally figured out? What if you hadn’t? When do you know you put something to bed? When is it finally safe to move on? Maybe you just have to test the waters. You have to see how it feels. And, if it feels good, i.e really good, then hell, I say go for it.”
-Meredith Grey

Grey's Anatomy, 12x23.

jueves, 10 de marzo de 2016

El mundo de hoy (ideas sueltas leyendo 1984)

"El mundo de hoy, si lo comparamos con el anterior a 1914, está desnudo, hambriento y lleno de desolación; y más aún si lo comparamos con el futuro que las gentes de aquella época esperaba."
-1984, George Orwell.
Pasó la primer guerra mundial y dejó un enorme saldo de muertos (los números rondan entre 10 y 31 millones*) y un número mucho mayor de almas confundidas y desoladas, quizá fue para la humanidad como cumplir 13 años y dejar la inocencia de la infancia (discutible cuánta inocencia quedaba tras tal infancia).
Segunda guerra mundial, acercándonos al contexto del libro de G. Orwell, se llevó 60 a 73 millones* de vidas.

No vivimos (quiero creer, pero es discutible) en un mundo tan distópico como los que pintaron hace no tanto tiempo Bradbury, Orwell y Huxley. ¿Estamos en camino? ¿El peligro estuvo pero pasó? Difícil decirlo. Lo cierto es que existen hoy sobre el globo un puñado de naciones muy ricas con alta predominancia de barrigas llenas, otras varias naciones con menos riquezas pero igual acceso a la educación e Internet, y otras varias repletas de los desechos producidos por las del primer y segundo grupo. Pero en las tres clases hay gente inmensamente feliz y otra que vive luchando contra la depresión y el cáncer (o ambas).

A veces pienso que vivimos entre las utopías y distopías de grandes idealistas de tiempos pasados y presentes (quizá futuros), hilvanando un día con otro como se puede.


Como todo en la vida, depende de la perspectiva que se use para juzgar la situación el nivel de drama que consideraremos adecuado achacarle. Desde Al Gore hablándonos del  calentamiento global hasta un refugiado que logró escapar de Corea del Norte, hay evidencias de que no vivimos en un mundo feliz. Pero andá a preguntarle a un francés cómo se vive hoy respecto de cómo se vivía en 1916.

Al final resulta que si hacemos una interpretación libre y metafórica de esa cita de G. Orwell podemos decir que es vigente hoy, después de todo hay hoy en el mundo miles de millones que pasan hambre (carecen de pan o carecen de combustible emocional), pasan frío  (por falta de abrigo o de abrazos), y viven juntando pedacitos del alma que se les van cayendo, entre sueños rotos de una vida mejor. El mundo de hoy es un eco del tango:

Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias, sabe que la lucha es cruel y es mucha pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina. Uno va arrastrándose entre espinas y en afán de dar su amor sufre y se destroza hasta entender que uno se ha quedado sin corazón.

Mi punto, quizá, es este: no sé si se sufre más hoy que ayer, o si se sufrirá más mañana, pero cabe especular que si antes se sufría más que hoy de hambre, hoy se sufre más que ayer de sueños rotos y de amor.


*números de wikipedia (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Anexo:Guerras_por_número_de_muertos) que bien podrían ser terriblemente falsos, pero cuando los números son tan altos perdemos perspectiva y se vuelve todo un problema estadístico; el punto es este: mucha sangre.

viernes, 26 de febrero de 2016

Ayer y hoy.

Con la espalda contra la puerta y los ojos hacia arriba admito que tengo miedo. No asoma ninguna bandera blanca, no hay batalla inminente ante la que hincharse como pavo real o abandonar (la falta de inmediatez me deja petrificada). Tengo miedo. El mismo miedo que estuvo siempre ahí, durmiendo; el mismo miedo que cada tanto

El mismo miedo que tenía antes de empezar. Este miedo me recorre, fluye por todo mi cuerpo, pero no me coloniza, no me nubla la visión, sólo las ganas, hoy.

Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias,
sabe que la lucha es cruel y es mucha pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina
uno va arrastrándose entre espinas

El punto es. Que es el miedo de siempre. Que las cosas cambian, como regla general, y mis cosas han cambiado (que he cambiado mis cosas). Y que con el miedo al hombro me mandé por este senderito y me puse a remar y sigo remando (hoy con la marea tranquila).
Sobreviví al miedo, digamos. Lección del yoga: aún en posturas donde parece que el aire no logra entrar a los pulmones, aquietando los pensamientos y manteniéndose firme nos damos cuenta de que el aire debe estar entrando porque seguimos vivos. Y así con todo, miedos van y vienen pero un pasito después del otro vamos avanzando.

Soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie

Hoy no sé. No entiendo demasiado qué pasa.
Quizá sin serlo soy la misma persona que hace tres, cuatro años, y la lección acá es que, miedo o no, llegué hasta acá, no?


sábado, 6 de febrero de 2016

"Morelliana.
Pienso en los gestos olvidados, en los múltiples ademanes y palabras de los abuelos, poco a poco perdidos, no heredados, caídos uno tras otro del árbol del tiempo. Esta noche encontré una vela sobre una mesa, y por jugar la encendí y anduve con ella en el corredor. El aire del movimiento iba a apagarla, entonces vi levantarse sola mi mano izquierda, ahuecarse, proteger la llama con una pantalla viva que alejaba el aire. Mientras el fuego se enderezaba otra vez alerta, pensé que ese gesto había sido el de todos nosotros (pensé nosotros y pensé bien, o sentí bien) durante miles de años, durante la Edad del Fuego, hasta que nos la cambiaron por la luz eléctrica. Imaginé otros gestos, el de las mujeres alzando el borde de las faldas, el de los hombres buscando el puño de la espada. Como las palabras perdidas de la infancia, escuchadas por última vez a los viejos que se iban muriendo. En mi casa ya nadie dice "la cómoda de alcanfor", ya nadie habla de "las trebes" -las trébedes-. Como las músicas del momento, los valses del año veinte, las polkas que enternecían a los abuelos.
Pienso en esos objetos, esas cajas, esos utensilios que aparecen a veces en graneros, cocinas o escondrijos, y cuyo uso ya nadie es capaz de explicar. Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves. Sólo en sueños, en la poesía, en el juego -encender una vela, andar con ella por el corredor- nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos."

Rayuela (capítulo 105),
Cortázar.

domingo, 24 de enero de 2016

Un verano probar esconderse del sol.
Y no hay caso, la vitamina D obra maravillas.
Los adorables asesinos rayitos de luz ultravioleta nos alteran las composiciones químicas, nos doran la epidermis y el inconsciente. Será que el miedo a exteriores se puede justificar con una nueva excusa? No, el cáncer de piel es demasiado literal para el miedo pseudo metafísico a la realidad de allá afuera.
Quizá en el fondo-frente a lo que le tememos es a la realidad.
Cada tanto le gustaba el intermitente contacto del hombro del compañero de colectivo, figura anónima-amorfa (no, amorfa no) de sangre caliente. Sólo a través de la tela de la remera, o de la camisa (de la campera ya no, mucha aislación). Intermitente promesa de tirón de vuelta a la realidad, a una realidad distinta de esa que ya es bastante real (nota mental: pensar realidades, mambo para rato, más en nuestra querida Ciudad de Buenos Aires). El calor humano del colectivo bajo una luz completamente distinta a la habitual, lejos de la nube de humedad y tufos varios. Poetizá menos. El mini abrazo de los mundos posibles, de mirá-qué-loco-sería-si. Y como toda idea radical sobre un momento típico en la rutina que aparece de repente, el fellow human se levanta y se baja del colectivo.