Me pregunto si estoy demasiando en sintontía con las sensaciones que me genera todo a mi alrededor. Empiezo a pensar que dejé de prestar atención y durante mucho tiempo esa ignorancia de el efecto que tenía en mí todo me empezó a hundir, porque estaba mal sin saber porqué. Y estar mal sin saber porqué significa no saber cómo arreglarlo. Me senté demasiadas veces a esperar que las cosas se resuelvan solas. Y empecé a hacer cambios donde no hacía falta. Y se me fue todo de las manos. Perdí completamente el rumbo. Me perdí.
Salir de entre la bruma al mundo que conocíamos es más difícil de lo que creí inicialmente. Perdonarse y encontrarse de nuevo es un trabajo largo. Un proceso, como cualquier otro. Lo más difícil ahora es, para mí, darme cuenta de todo eso que ignoré tanto tiempo. Cómo las palabras que dicen quienes nos rodean tienen tanto poder para afectarnos. Quizá no a todos afectan las opiniones de quienes nos importan, los comentarios al pasar, los juicios rápidos. En este momento creo que a todos nos afectan (aunque no en igual medida, obvio) pero que no nos damos cuenta...
Reencontrarse requiere mucha honestidad. Y atención. Al prestar atención podemos lidiar en el momento y el lugar con aquellos comentarios que nos molestan, que nos duelen. ¿Por qué molestan? ¿Qué partes de nosotros entran en conflicto? Quizá tramitando nuestros complejitos en el momento y el lugar les impedimos acumularse en algún lugar del inconsciente hasta ocluir completamente los tubitos de la dirección hidráulica mental.
No lo tengo todo resuelto, pero mi plan de acción es claro. Honestidad y atención. Y alejarse de lo que hace mal. Sin dudarlo.
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