sábado, 24 de marzo de 2012

Denial

"Puede que a ti te guste o puede que no" (como dice un poema) pero lo cierto es que a veces, sin quererlo, incluso aquellos que, como yo, son total y completamente abiertos y sinceros consigo mismos, negamos los hechos.
Porque no nos gustan, porque no los entendemos... o, en mi caso, porque resultan demasiado grandes para poder procesarlos.

De mirar lo que se viene con una sonrisa pintada, un diploma bajo el brazo, y un par de amigos entre los dedos, pasamos a escondernos abajo de la cama y llorar. Llorar porque estamos acá, ahora, y no queremos ir ni hacia adelante ni hacia atrás. De llorar, pasamos a reflexionar, horas y horas, acerca de nuestro presente y nuestro futuro. De reflexionar, pasamos al consabido tira-y-afloja depresivo (o levemente depresivo, si andamos con suerte). Una vez afuera del pozo, empezamos a mirar con otros ojos lo que se viene. Y a medida que se nos acerca, recuperamos las ansias que teníamos al principio de empezar.
Claro que, cuando nos hallamos bastante cerca, cerca como para ir comprando lo que necesitamos; cerca como para ir haciendo espacio en el placard... la ansiedad se empieza a manifestar de otra manera. Se empieza a querer hacer notar. Y ahí es cuando, sin dejar de mirar fijamente, casi como desafiando, a la meta, caemos en la desesperación, en la NECESIDAD de empezar YA. De abrazar YA esto que se viene.
Estamos ya cansados de todo el viaje y queremos que sea nuestro presente, nuestra rutina, y no nuestro destino, no nuestro futuro.

En algún punto del camino, cerca de la ansiedad, en silencio y sin daros cuenta, entramos en un estado de negación ciego. ¿Cómo es un estado de negación ciego? Bueno, no estamos negando lo que se viene, estamos desesperados, como ya dije, por empezar, por tocar, por sentir todo eso. Pero cuando estamos a un paso, a medio paso, de convertirlo en nuestro presente; de cruzar esa línea imaginaria y entrar en una nueva atmósfera... nos damos cuenta. De que, en realidad, no nos damos cuenta...

Funciona de esa manera, y solemos catalogarlo cómo "no CAIGO".
Pasamos horas y horas esperando llegar, y ahora que llegamos... llegamos? de verdad? y ahora QUE?


El problema es que en todo este proceso, está involucrada la maléfica ESPERA. Y esperar nos mata. Nos mata porque queremos crecer, queremos seguir haciendo, queremos llegar acá y allá y más allá, y para eso tenemos que hacer cosas. Y para hacer cosas hay que ponerse a hacer cosas. Y para eso, hay un tiempo de espera.
Casi como una condena... pero claro, ¿quién se imagina que esa condena puede estar disfrazada de vacaciones?


Pasé por todas las postas y ahora estoy a un día de entrar en mi nueva y tan ansiada atmósfera.
Simplemente no puedo procesarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario