Mi optimismo sufrió alzadas y bajadas, y ahora no sé en que punto estoy. Gruñona, cansada, ermitaña, el último mes de mi vida fue interesante, pero no puedo esperar a que termine.
No sé. No sé qué decir. Cada pensamiento es un grano de sal, y mi cabeza es el mar. Y ahora hay una terrible tormenta. Sólo espero que, con algo de suerte, la tormenta pase mañana, y el agua de lluvia ayude a diluir los remolinos que me hunden.
Continuará.
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