jueves, 27 de diciembre de 2012

Clásicos

Hace unos cuantos meses me encontré admirando mi vasta colección de libros de Danielle Steel. Horas antes estaría manteniendo una de tantas conversaciones, con distintas personalidades, pero de invariable estructura, donde la persona X comparte su interpretación de Sartre, Dostoyevsky y Trotsky; la persona Y asume que uno conoce las teorías de Freud y las obras completas de Wilde, luego de verme sacar un libro de mi cartera; la persona Z hace la distinción entre leer novelas románticas y novelas "cultas".

Y aquí es donde aquellos que nos damos el lujo de dudar levemente de nuestras propias opiniones caemos.
¿Por qué tener un alma sensible significa leer a Bécquer, a Schiller y a Neruda y no otra cosa?
¿Por qué estar informado significa leer a Marx (what ever happened to Engels?), Stalin, etc?
¿Por qué "ser diferente" implica necesariamente a Pizarnik y a Cortázar?

¿Por qué ser "culto" requiere leer los clásicos?
La respuesta es no. A todo. A todo aquel que generalice y estigmatice a aquel que lee sólo por la tapa o aquello que conoce del libro que éste tiene entre sus manos o sus cajones, le digo no. No es así. No es tan simple. No.

Cada persona es un mundo, cada libro es un universo de mundos posibles, y cuando juntamos esas dos construcciones verbales, sacamos unas cuantas galaxias de posibilidades.
Leemos porque somos curiosos, porque queremos investigar otras realidades, otros puntos de vista.
Leemos porque pocas cosas asemejan la sensación de correr entre líneas.
Leemos porque podemos. Porque investigamos.
Leemos porque nos gusta.
Leemos por vanidad. A veces sí. Personalmente, me enorgullezco de mi imagen en el espejo cuando llevo un libro en las manos; sonrío cuando saco el libro del bolso en el colectivo. Me gusta la imagen que damos los humanos cuando estamos leyendo. Y no voy a mentir, no es lo mismo leer el diario, leer una novela, leer Caras. Y de eso se deduce que no es lo mismo leer una novela romántica que un ensayo antropológico.

Pero eso no quiere decir nada. No quiere decir que si me gusta leer a Danielle Steel, indignarme cuando el marido la engaña, alegrarme cuando la mujer lo deja y conoce al hombre perfecto, no soy capaz de apreciar a Cortázar, o de comprender a Dostoyevsky (aunque esto último es, en mi opinión, un mito). Que me vean con un libro de Jane Austen en la mano no quiere decir que adore a Shakespeare, no revela mi personalidad fresca y recatada, secretamente salvaje. Y al mismo tiempo, el estar leyendo a Fogwill no quiere decir nada sobre mi forma de ver la vida. Quizá simplemente ocurre que me gustó la tapa del libro de Ari Paluch. Quizá me regalaron el libro de Asimov. Quizá mi abuela leía a Corín Tellado.

Los libros que atesoramos, los autores que nuestros amigos conocen porque nos han oído decir sus nombre incontables veces, son ésos los referentes de muchos estados de ánimo, de ciertas etapas de nuestras vidas, de ciertos temas que nos parecieron una vez y quizá hoy, interesantes.


De cómo me liberé de mi brillante idea de leer los clásicos. 


Leer para descubrir de qué se trata; 
leer para formar una opinión propia...

Ronda la opinión que quien es "culto" ha leído, y ha adorado los clásicos.
Los clásicos, léase "Romeo y Julieta", "El Quijote de la Mancha", "Madame Bovary", "Viaje al mundo en 80 días", "Estudio en Escarlata" y bueno, podemos ampliar...

Hace unos cuantos meses me encontré admirando mi vasta colección de libros de Danielle Steel. Horas antes estaría manteniendo una de tantas conversaciones con una de tantas personas. Me dije a mí misma que "era hora de leer cosas más serias" y comencé a llenarme los días con páginas y páginas de clásicos. Tantas no igual, no lograban atraparme tanto.
Imaginen mi sorpresa cuando descubrí que no los había disfrutado para nada. Había sufrido durante los primeros tres capítulos y las últimas páginas sólo me mantenía en juego el anhelo de terminar y poder decirme conocedora del relato.

No. Los clásicos no son clásicos porque son lo mejor que pasó en la historia. No.
Los clásicos, en general, fueron muy innovadores en su determinado contexto, fueron reveladores, mostraron caminos que hasta entonces pocos habían imaginado. Pero no son más que historias.
Son historias, que pueden gustar o no gustar, y que nos resulten aburridas no quiere decir que nunca seremos "cultos" o "inteligentes"; no quiere decir que seamos incapaces de comprender las palabras de algún genio; no quiere decir que en el fondo (o en el frente) seamos así o asá; simplemente quiere decir que ese libro no nos gustó.

Quizá ya lo sabían, pero a mí aprenderlo me tomó meses, dos o tres libros y algo de valor.
El mundo necesita su biblioteca de clásicos... pero también necesita las novelas románticas, las policiales, las de ciencia ficción... Si me preguntan a mí, yo al fin del mundo me llevo a Ágatha Christie.  

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