miércoles, 26 de junio de 2013

Prólogos

Con la mente en cualquier otro lado y el ánimo dormido, me propuse una listilla de cosas a hacer para salir de este piloto automático que me está matando. 
Todo esto a modo de introducción, porque tengo ganas, y de paso demuestro mi punto.

No le pasa a todo el mundo, pero un gran porcentaje de aquellos que deciden abrir un blog o algo por el estilo, se sienten inclinados a explicar porqué en la primer entrada. Yo soy una de esas personas, pero no viene al caso. Algo nos impulsa a hacer una gran introducción, que motivará a los posibles futuros lectores y a nosotros mismos a seguir leyendo. Queremos dar una explicación cool, que quede simpática e interesante, que genere un efecto similar al que nos generan los primeros minutos de las películas que empiezan con imágenes de una ciudad y una voz en off profunda o adolescente, según. 
En general, no da resultado. Quizá queda interesante y simpática la introducción, pero nunca como a uno le gustaría. Y no es de inconformista, simplemente es como es, tiende a ser así.

Leyendo una de estas introducciones, autobienvenidas a blogs, tracé mentalmente una relación con lo que me generan los prólogos de los libros.

Hablando en general, claro, hay prólogos y prólogos. Pero últimamente noto que se da lo siguiente, con gran emoción de estar finalmente leyendo ese libro, comienzo a leer el prólogo, y para cuando terminé se me durmieron las ganas, un poco. Hay algo en los prólogos que se va de tema, que nos describe otra cosa que no es exactamente la trama del libro, no es exactamente un resumen introductorio coincidente con lo que el autor quería comunicar... Quizá soy yo, es más que posible.

Durante algún tiempo sostuve la teoría de que los prólogos eran a la historia lo que el primer capítulo del libro, a un libro a Borges. Uno lo lee sin entender muy bien qué está diciendo, lo olvida rápidamente y comienza a leer el libro en sí, y al terminarlo, relee el primer capítulo de nuevo redescubriendo no sólo su original significado, sino partes tácitas de la historia en su conjunto.
Pero no, ya no creo que sea así.

No he leído hasta ahora prólogo que me introduzca realmente a lo que leería a continuación. Pero, de nuevo. Quizá sea sólo yo.

Quizá lo mejor sería entonces empezar a escribir sin pedir permiso, y después de haberse familiarizado con el habito de llevar una historia bajo el brazo, comenzar a escribir su introducción... 
En mi caso sé que mi gran error al escribir fue siempre querer empezar por el título o el prólogo. La excusa para escribir. Cuando en realidad, las ideas en mi mente no empezaban a formarse al minuto en que me aproximaba al papel, sino antes, mucho antes.

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