martes, 4 de marzo de 2014

Nido de caranchos (noche como cualquier otra)

Desorden, caos. Viene a mi mente una vez más, como una ráfaga de viento caliente, el poema de juana de ibarbouru, el único poema que puedo recitar de memoria. No es angustia. No es estrés. Bueno, siempre es estrés (y nunca). No es como otras veces. No es entrar en otra etapa. O quizá sí. 
Me encuentro en un punto anímico nuevo. No se siente particularmente especial, pero sé que es diferente. Lo sé justamente porque no lo siento. Quizá sea que finalmente decidí sentir lo que sea que el viento me ofrezca y no chequear mi puntaje en la tabla de hollywood o editorial planeta. Live and let live.
No, no es eso.
Algo raro en el ambiente se hace cargo de mi ser y me arrastra, vagabunda, aquí y allá, desde hace meses. Algo en mí se fue de vacaciones. Como una empresa de revistas que de repente se informatiza y no se imprime más. Como una fábrica abandonada mientras la reciclan para convertirla en algo básico, meses antes de que la descubra la magia y la transforme en algo increíble. Siento que en mi camino hacia tierra, paré en una isla desierta a estirar las piernas y el barco se esfumó. 
Pasan cosas raras. Tengo miedo. Mucho, poquito, nada. No me asusta caminar hacia adelante, sino perderme en el bosque y no poder avanzar. No siento el viento contra la cara, como si estuviera en uno de esos sueños en que uno quiere desesperadamente correr y no lo consigue.

Al infinito y más allá. Miro para adelante y veo la bruma que antecede a la tormenta. O que precede a la tormenta? Quizá ambas. Como un virus silencioso que por años se mantiene apagado, conquistando territorio en silencio, y muere antes de atacar, dejando toda su tierra débil, gris, vacía.

Soñar no cuesta nada. Pero qué pasa cuando se cumplen los sueños? Sobre todo aquellos sueños que consisten en procesos y no en instantes... Cómo flucúan las sensaciones anímicas en los procesos. 
No es miedo, no. Creo que es desesperanza. Supongo que es lo que pasa cuando uno tira a la basura la escala con la que venía midiendo los momentos, cuando uno llega a la cima, cuando uno se para a descansar demasiado tiempo. 

Hoy no tengo una respuesta. Sólo nudos y pequeñas cicatrices. Un inconsciente que quiere gritar debilidades. Una consciencia que quiere seguir durmiendo. 

....que será, será.











Inmovilidad

En la playa que el viento de otoño hace más sola
Noche a noche me siento frente a la tentación
De este mar que en sus ondas lleva y trae los navíos
Que me envían, de lejos, su muda invitación.

Los veo hundirse en la niebla salpicados de luces.
Mundos breves y vivos que se echan a andar,
En busca de horizontes distintos e imprevistos,
Entre la hechicería de la luna y el mar.

Más allá... ¡Oh Dios mío, y yo aquí tan inmóvil
Cual si fuera una piedra que nada ha de mover!
¡Ya me agobia el cansancio de soñar imposibles!
¡Se ha hecho espina mi ansia de tocar y de ver!

Juana de Ibarbouru.

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