miércoles, 26 de marzo de 2014

Tarde gris en la ciudad

El cielo se encapricha, no tiene ganas de dar señales de vida hoy. No tiene ganas de hacer esfuerzos. No quiere observar la realidad, cubre todo como un manto gris y empieza la cuasi ficción en que se transforman los días de no lluvia, esos días en que parece que está constantemente a punto de desatarse la tormenta. 
Y ahí es cuando mi rutina encaya, cuando se evapora mi vitalidad. La tormenta que se desata es la de emociones viejas que se despertaron por el clima, como los animales que salen de las cuevas cuando terminan de hibernar. 

Baldes de colores fríos mezclados con gris y amarillo salpican las paredes de mi alma y mis ojos adquieren un brillo distinto, como perlados por el aburrimiento. No es sueño. Es darse cuenta de la falta de aventura. 
Día gris como cualquier otro, como un lunes feriado, que me retrotrae a tardes del 2003 cuando, enferma y en cama, pasaba el tiempo mirando películas de acción con mi padre. O noches del 1999, en casa de mis abuelos, recortando papelitos de colores o pegando figuritas en álbumes infinitos. O días de campo de deportes, allá por el 2006. Los días grises me retrotraen a momentos especiales, instantes enterrados en el cajón de recuerdos, momentos que resultaron ser súper especiales (sin saberlo en el momento, obvio). 
Los días grises son transición; no brilla el sol, no nos inunda la lluvia. Es una pausa cósmica, una coma eterna, un período de música de espera al teléfono. 

Los días grises me teletransportan a otra dimensión. 


Quizá sea bueno dar un paseo por los rincones olvidados de la mente una vez cada tanto, quizá sea sano. Quizá no es una mala manera de tramitar aquellas emociones que hubo que posponer porque no teníamos la capacidad mental y/o anímica para lidiar con ellas en su momento. Quizá los dias grises son nuestros comodines, después de todo, se saca una hora de acá y se la reordena más allá, uno se organiza, las cosas terminan hechas de todos modos. Quizá los días grises sean nuestro entre paréntesis; concepto últra interesante y necesario, donde se guardan aclaraciones y detalles que era imperioso mencionar pero no sabíamos cómo mostrarlas. 

Tarde gris en la ciudad y nadie me espera
Ya no habrá manera de decir adiós.

Las horas pasan y mi día comodín ve su cielo sucumbir y llenarse de tinta negra azulada. El día no termina sin embargo, aquí es cuando la reconexión con la realidad de la rutina comienza y debemos tramitar las actividades pospuestas por la urgencia de reflexiones filosóficas que el día impone y terminarlas para poder amanecer mañana con la agenda limpia y la conciencia al día. 
Hasta pronto entonces, hasta la próxima pausa.

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