viernes, 30 de diciembre de 2011

Reclusión.

Es involuntario, lo juro. No entiendo como fue que el tablero se dio vuelta en cuatro días. Cabe aclarar que el hecho de haber encontrado un librazo gigante tremendamente complejo, interesante y atrapante (con trama que obsesiona no sólo al protagonista, sino al lector) no ayudo mucho a volver a la realidad.
Todo empezó anoche, cuando terminé de leer el librazo en cuestión. Hablo de "El Ocho" de Katherine Neville, es muy bueno, pero no se lo recomiendo a nadie. Tiene 600 páginas y algo, y lo leí en tres días. Tres dije, no? Si, tres. Leo rápido, por el simple hecho de que una vez que me "conecto" con la historia, las letras corren solas por delante de mis ojos. Es una cuestión de costumbre barra entrenamiento. Pero me estoy yendo del tema.
Lo que venía a contar era que estoy en una reclusión. Tras pensar todo el día cómo fue que llegué acá exactamente, se me ocurrió recién que sería más útil pensar cómo salir. Venía analizando esto tranquilamente (claro que ahora estoy más tranquila, terminé el libro) cuando me puse a analizar la letra de esas canciones de las que uno sólo escucha el ritmo... No recuerdo las palabras exactas, la cosa es que hablaba un poco de lo buena que puede ser la vida si mirás el lado positivo de las cosas y vivís con ganas de mirar el vaso medio lleno. Algo así. Está a libre interpretación, claro.
No es que venía en negativa, no, no. Pero todo suma para salir del túnel. Eeeeeso es. Estoy como en un túnel, a oscuras, en un proceso de transición. Es como si me hubiese enganchado el zapato en la mitad del túnel y eso hubiera entorpecido el proceso, en el que venía muy bien. Qué lastima, me quedé última en la carrera.
Bueno, aclarando las metáforas, venía perfecto con mis planes activos para el verano, cuando algo me obligó a tener dos o tres (o cuatro o cinco, no. Cinco no.) días de reclusión en casa. Pero no mental, sino física. Lo que me empujó a una reclusión mental, pero no aguda, no exageremos. Pero me percaté de esto recién hoy, en la mitad de las corridas para llegar a tiempo a hacer todas las compras pre-vacaciones. (En este caso "vacaciones" hace referencia a un viaje, no al verano, ni al momento temporal "analfabeto"). Como decía, hoy me di cuenta de esta reclusión que venía padeciendo hace... bueno, hace unos días. Me di cuenta por el contraste de mi apagado estado de ánimo y el saltarín de mi amiga mientras paseábamos por la húmeda y calurosa ciudad que es hoy Buenos Aires.
Volvía, al final del paseo, reflexionando sobre esto cuando me percaté de otra cosa: no recordaba la última vez que había escuchado una canción. Aclaremos, una canción de mi lista de predilectas, una canción de mi ipod (los ruidos y los jingles, o las canciones de la tele en general, los estoy dejando de lado). Terrible. La vida sin música, es como la tele en blanco y negro. No, mentira, pobres clásicos. Pero se entiende el concepto, la verdad es que no quiero divagar poéticamente sobre este punto.
Bueno, pensaba en esta falta de música de fondo, cuando apareció esta idea de "dejá de pensar qué día y a qué hora empezó la reclusión, y empezá a trabajar en salir de ella". Así que me puse a escuchar música. Un estilo perfecto: une chanson parisienne.

Primer paso: check. Misión: salir del agujero negro.

1 comentario:

  1. Prima creo que estas mas tocada de lo que parece jajaja y eso me encanta!!!!!!!
    Fuera agujero negro, vos podes, seguro ya saliste y te metiste en uno rosa... ya me contarás.
    Pd: hacia mucho que no pasaba por acá...

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