Cuánta presión sienten mis menudos hombros bajo la mochila de lo esperable de parte de uno y de parte del otro. El libreto que indica cómo debe jugarse cada rol... para que todo salga... ¿cómo?
Me encuentro desglosando reglas que me daban seguridad al tiempo que me arañaban el autoestima (¿pero qué reglas no arañan el autoestima, no?). Quizá en mi inexperiencia encontrarme en la posición de actuar bajo ciertas reglas (¡finalmente!) me parecía algo fantástico; me sentía parte de un grupo al que nunca había pertenecido (aunque más por elección propia que ajena) y al que mucho no había admirado, pero quizá me sentía bien porque ahora tenía la oportunidad de ser parte de.
Quizá construimos ciertos sets de reglas y conductas para sentirnos más seguros, para sentirnos más cool y menos prisioneros de nuestras propias inseguridades (y de las de los demás). Pero empiezo a notar que quizá esas reglas no me hagan sentir más segura sino más ficcional... y eso es incompatible con la misma idea que me lleva a ponerme en estas situaciones en primer lugar: experimentar la realidad, en todas sus formas, sabores y colores, hasta encontrar esos momentitos en que es mejor que las ficciones que la regulan.
Si se trata de encontrar un lugar donde nos hallemos cómodos, seguro que no vamos a encontrarlo fingiendo ser y sentir cosas que no somos. Quizás haya que dejar de insistir con meternos en un molde en que no entramos y salir de la casa por la ventana usando el pijama de ositos. Llegar vas a llegar igual. Y la historia va a ser más importante porque elegiste tu propia aventura... Quizá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario