domingo, 22 de diciembre de 2013

Volver a bailar descalza.

Creo que como humanos siempre tratamos de caer bien a otros, incluso los que se conducen como si no les importara la opinión ajena, porque somos seres sociales y vivimos rodeados de nosotros mismos, escapar es sólo posible en las psicosis, cuando se corre de otras cosas. Sí creo que hay personas que han llegado a un maravilloso estado donde si bien desean agradarle a otros, eso no los condiciona, en general, para estar felices y relajados. Todas las personalidades son algo multifacéticas y mostramos las distintas caras de nuestro ser conforme cambiamos de hábitat, ya se ha establecido esto. Lo que a veces puede suceder es que nos quedemos como prendidos de una de ellas y se corra la balanza hacia un costado... eso puede llevar a una pequeña crisis. 
El truco no es tanto no mentir a los demás sino no mentirse a uno mismo. Jamás. Para luego poder volver en el tiempo y decidir que, al fin y al cabo, uno hizo las cosas bien. Porque mentirse a uno mismo es entrar en un mundo cuasi surrealista donde no se controla bien la trama. La ficción nos soreprende de pronto con pequeños giros y el ambiente se torna oscuro y confuso, quizá hasta esotérico. 

Estoy algo cansada de correr hacia mí y escapar de mi misma. En las pequeñas cosas, claro, pero que resultan ser las más grandes. La identidad es algo complejísimo, y tenemos la horrorosa tendencia a chocar contra ella una y otra vez una vez que está constituída. 

Rodearse de caras nuevas puede distraernos y sacudirnos un poco, pero para volver en sí quizá lo mejor sea ver esas amables caras de siempre y un espejo. Escuchar la música que nos lleva a abrazarnos el alma y bailar descalzos. Tomar un té.

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